Juan David Arango Gartner

Juan David Arango Gartner
Exdirector Corpocaldas

Desde el punto de vista teórico, podemos decir que “las comunidades construyen el riesgo de desastres”, en Caldas este es un hecho mucho más notable y, además, comprobable en la práctica. En efecto, hacia los años 60, Manizales y los principales municipios localizados en la Cordillera Central, en la zona norte del Departamento, se empezaron a expandir hacia sus laderas perimetrales, una vez ocupadas completamente las partes altas y las crestas de las montañas escarpadas. Era una especie de reto a la naturaleza, pues a la desordenada ocupación del territorio, con precarios sistemas de captación, conducción y entrega de aguas lluvias y servidas, y con cambios notables de usos del suelo en la zona rural (tala de bosques para la implantación especialmente de cultivos de café, así como de actividades ganaderas), se sumaron los factores naturales ya conocidos como las fuertes pendientes, las intensas y prolongadas precipitaciones, ocurridas en las épocas invernales; las propiedades geotécnicas particularmente complejas de los suelos de origen volcánico (cuya resistencia casi depende de manera exclusiva de su saturación); y el alto fracturamiento de la roca, por la coincidencia de dichos asentamientos con los trazos principales del sistema de fallas Cauca – Romeral. Por ello, la naturaleza no tardó en responder: en Manizales, por ejemplo, cada invierno coincidía con la ocurrencia de múltiples deslizamientos y la concreción de tragedias que generaron una cicatriz de ciudad, aún recordada por todos nosotros, debido a la gran cantidad de muertos, la destrucción de asentamientos humanos completos, el daño de obras de infraestructura importantes e incluso la afectación de ecosistemas estratégicos. Por su parte en los municipios del norte, como Aranzazu, Salamina y La Merced, los procesos de inestabilidad, ya constituían peligrosamente el límite de las áreas urbanas densamente pobladas de las zonas no intervenidas, amenazando – sin exagerar – la población entera de dichos territorios.

Pero, dentro de ese mismo contexto, es igualmente válido decir que en Caldas a su vez el “riesgo moldeó las sociedades, las instituciones y su cultura”. Y ese límite concreto entre los dos conceptos, antes descritos, fue la creación hacia el año de 1971, de nuestra querida, en ese entonces “Corporación Regional Autónoma para la defensa de las ciudades de Manizales, Salamina y Aranzazu” – CRAMSA, hoy Corpocaldas.

CRAMSA, a través del desarrollo de una tecnología propia, fruto de los esfuerzos de investigación locales, promovió desde su creación – hace un poco más de 50 años –  la ejecución de un proceso técnicamente riguroso, además con toda la pulcritud y la transparencia, que incluyó la construcción de miles de obras de control de erosión, estabilidad de taludes, manejo de aguas superficiales y subterráneas, corrección de cauces e infraestructura urbana, en los sitios mayormente afectados por deslizamientos y procesos de erosión avanzados, en los municipios mencionados y posteriormente en La Merced. Fue así como esta Entidad, sobre la base de la corrección de los procesos de convivencia del hombre con su entorno, generó una cultura alrededor de la gestión de riesgo por desastres en Caldas – pionera en el ámbito nacional e incluso internacional – con una institucionalidad fortalecida técnicamente y con comunidades que cada día que pasa, no solo perciben de manera más clara los efectos de los fenómenos socio – naturales que se presentan, sino que se sienten y se comprometen más con su solución.

En este sentido podemos decir, sin temor a equivocarnos, que a través de la unión de la autoridad ambiental regional (antes CRAMSA, hoy Corpocaldas), la academia, los entes territoriales, las ONG, los grupos ambientales organizados, el sector privado, y, en general, toda la comunidad; las situaciones de riesgo se han reducido, en magnitud e impacto, contribuyendo a la disminución de las brechas en los déficit de desarrollo, que pueden definir escenarios de riesgo, construidos socialmente, con procesos de prevención, manejo y recuperación incipientes y desorganizados.